jueves, 25 de noviembre de 2010

Historias

La vida no es más que un conjunto de historias interrelacionadas. Hay cientos, miles de historias comenzadas; lo difícil es saber ponerles un final. Hay ocasiones en las que los protagonistas llegan a un acuerdo de escribir una bonita y larga historia para terminar con un inigualable final. Hay otras... en las que la historia sólo es escrita por uno de los dos protagonistas. Y entonces no merece la pena continuarla. Si uno de los dos decide dejar de escribir, es porque ya no le interesa tal historia, y por tanto el único escritor debe relatar por los dos. Pero llega un momento en el que te planteas si merece la pena continuar con historias así o no... y es muy difícil tomar una decisión. Porque quieras que no, una historia es una creación de sus escritores, y le coges cariño. Y cuanto más te haya divertido escribiendo, mucho peor.
En la vida es increíblemente fácil empezar nuevas historias que no sabes a dónde te llevarán: misteriosas, fugitivas, excitantes, salvajes... pero no lo es con historias antiguas en las que poco a poco dejan de escribir por falta de interés.
Lo verdaderamente difícil el la vida no es el inicio, ni el desarrollo; eso avanza solo. Lo verdaderamente difícil en la vida es saber cuándo debes dejar de escribir en una historia y ponerle un final. Sin segundas partes.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Lluvia

La verdad es que hoy ha sido un buen día, debo reconocerlo. Por la mañana me levanto a las 11, pienso en estudiar pero calmo mi conciencia pasando apuntes a limpio. Me ducho, canto bajo el agua como hacía tiempo que no cantaba. Con ganas, con fuerza. Como, y sorprendentemente tengo un agradable debate con mis padres, sin discusiones ni malos rollos. Salgo a ver Harry Potter. A la ida compro realices y gominolas, como acostumbro. A la vuelta llueve pero aun así como en un kebap antes de volver a casa. Y mientras vuelvo, con la música a todo volumen hacendo vibrar mi cuerpo de pura energía, la lluvia empapa mis pensamientos turbios que me acompañan siempre cuando vuelvo a casa. Me encanta la lluvia, y más de noche y con buena música. Pero al llegar y entrar en internet no puedo evitar ver cosas que me hacen salir de mi estado de momentánea felicidad. Por eso sospechaba que mi verdadera casa es la calle, el lugar donde drogo a mi mente con instantes de felicidad hasta la vuelta a casa. Ahora ya sé que mi verdadera casa eres tú. Pero... ¿dónde estás tú?

viernes, 19 de noviembre de 2010

Fachada

Hoy me han dicho algo que me ha hecho pensar. Asusto. Puede que sea por cómo visto, por cómo miro, por cómo hablo. No lo sé, pero asusto. Y sí, reconozco que las primeras impresiones conmigo nunca son buenas. Quizás por eso tengo tan pocos amigos. Pero me gustaría que todos entendieran en por qué de mi comportamiento. ¿Qué pretenden las personas que asustan? Pensadlo. Exacto, alejar a los demás. ¿Por qué? Ésta no es una pregunta tan fácil, pero os diré la respuesta: MIEDO. Tengo que reconocer que bajo mi fachada de persona borde y distante se esconde un chiquillo aterrorizado que sólo busca desesperadamente la manera de no pasar por lo mismo que ya pasó.
Miedo a que las personas te hagan daño. Miedo a caer mal. Miedo a ser el bicho raro. Miedo a la traición, al bandono... Son muchos miedos los que sin quererlo me empujan a crear una fachada que aleje de mí a quien no debe estar cerca. Porque mi fachada no es la de una bonita catedral, ni la de un edificio alto y lujoso. Yo no soy así. Mi fachada es la de una casa vieja. Una pequeña cabaña desprovista de belleza y simpatía. Angosta. Lúgubre. Sombría. La mayoría de las personas huyen ante tal espectáculo, corriendo hacia fachadas de catedrales o rascacielos, pero siempre está quien con valor decide adentrarse en la cabaña. Es difícil entrar y pasar la resistente puerta, pero una vez que pasas te encuentras con un lugar acogedor y muy diferente a lo que muestra la fachada. Un lugar tranquilo, cálido, apacible, un lugar donde quedarse.
Hoy confieso esto a los nocturnos de internet, ignorado por completo el miedo a confesar mi debilidad, mandando un grito desesperado para que alguien decida entrar en la cabaña después de tanto tiempo. Puede que la fachada que he ido construyendo como sistema de defensa durante todos estos años sea demasiado para vosotros. Sé que no soy fácil, y que no tengo ningún derecho a pedíroslo. Pero si algún día os sentís solos, extraños, heridos, ahogados... no dudéis en picar a la puerta. Porque podéis hallar un refugio. Y nada me gusta más que un huésped en mi pequeña cabaña abandonada.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Inauguración

Hoy, y como cada uno de los últimos viernes, me aburro. Todos los anteriores he conseguido resistir, pero hoy... hoy no he podido evitarlo. He recordado. He visto fotos, leido escritos, paseado por lugares... ¿pero sabes qué? Con cada recuerdo sólo sentía un pinchazo en el corazón, una pequeña muestra de todo el dolor que durante años me ha acompañado. Y he comprendido todo lo que he pasado y lo que he sufrido. Y me he sorprendido. Mucho. De saber que a pesar de todo, sigo aquí, mirando al mañana y no al ayer.
Es por eso que ver lo que fuerte que me he vuelto me proporciona energía suficiente para confiar en mí mismo y saber que estaré bien. Puede que no todo lo bien que me gustaría, pero bien al fin y al cabo.
Hoy, y a diferencia de todos los anteriores viernes, puedo volver a leer sin que mi mente vague a lugares prohibidos y mis pensamientos vuelvan del destierro.
Hoy, y a diferencia de todos los anteriores viernes, he descubierto que ya no pienso tanto en tí. Y que no eres insustituible.
Así que a partir de hoy, punto y aparte. He comprendido que la felicidad es una esquiva ilusión a la que no debes buscar. Porque es ella quien decide cuándo quiere ser encontrada y cuándo no, y es así cómo en los momentos menos esperados te topas de bruces con ella sin apenas darte cuenta.

tachán!

Hola a quien quiera que me esté leyendo (si es que hay alguien ahí, al otro lado de la pantalla). Sea así o no, espero poder usar este blog como pozo de reflexiones y debates. Crear un rincón personal al que recurrir cuando lo necesite. Algo así como mi utopía particular. Si lo deseas, estás invitado/a.