viernes, 31 de diciembre de 2010

Propósitos de año nuevo

Podría tenerlos, podría planearlos, podría apuntarlos, podría intentarlos, podría cumplirlos... podría, pero no.
El año que viene desisto totalmente de intentar planear mi vida punto por punto para que al final acabe con un borrón en el papel. El año que viene viviré sin propósitos. Simplemente el día a día, tratando de ser feliz, sin buscar por cada esquina el poder tachar un deseo más de la lista.
El 2011 será espontáneo, sencillo, alocado, divertido, imprevisible... intenso. Intenso es la palabra.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Día sensible

Hace dos días fue mi cumpleaños. Creo que no recuerdo un año más solitario que este. Todos me preguntan si me siento diferente con 18 años. ¿La verdad? No. Sigo siendo la misma persona. Ahora puedo sacarme el carné de conducir, o administrar mi propio dinero, o decir que soy universitario y que me crean... pero yo, mi personalidad, está intacta. Más adulta y resistente, pero no es por cumplir años... Es por la cantidad de experiencias que llevo acumulando en mi vida, que aunque breve, ya me ha dado todo lo necesario para obligarme a madurar antes de tiempo. Y de hecho, no debería sorprenderme que este año fuese el más solitario. Crecer significa eso, aceptar que las personas que siempre han estado a tu lado no lo estarán siempre, y que no puedes depender de ellas por siempre.
Quizá por eso intento acercarme a tí, porque pareces semejante a mí, porque mi cerebro se ha encaprichado contigo, por conocer gente nueva, por verte esperando que nunca tengas que salir de mi vida y poder depender de tí por siempre.
Sí, sí, lo sé. Había dicho que estaba creciendo y que había aprendido ciertas cosas. Pero lo siento, de vez en cuando no puedo evitar dejar salir al niño en mi interior, ese diecisieteañero ilusionado y alocado que aún anhela sonreír por nada y ansía volver a verte, aunque tú ni siquiera te lo imagines.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Carbón

Querido Santa Claus:

No sé por qué nunca me traes lo que te pido. Empiezo a perder la esperanza de levantarme el día de navidad y ver que las cosas han cambiado, que todo es diferente. No sé... puede que siempre te olvides de mí, o que haya sido malo este año. Yo diría estúpido, pero bueno.
Y lo peor no es eso, lo peor es ver que al resto del mundo sí les concedes lo que piden e incluso más cosas. Me pregunto cuál es la razón de que haya personas tan afortunadas de tener siempre lo que quieren, y de que luego esté yo. No te voy a engañar, me duele levantarme el día 25 de Diciembre y descubrir que no hay ningún paquete con mi nombre bajo el árbol y que mi plato de galletas y mi vaso de leche siguen intactos.
Después no sé qué hacer cuando veo a los demás con sus regalos. Supongo que me siento en un banco y observo cómo todos disfrutan felices de que sus deseos se hayan hecho realidad gracias a tí... Me gustaría que una Navidad, por una vez, me concedieses lo que pido. No es demasiado. Sólo son cosas que las personas normales tienen sin escribirlas en ninguna carta. Ya sabes, te lo he dicho cada navidad... alguien que me acompañe y con quien jugar el día de navidad. Alguien con el que pasar todo el día sin cansarme y con el que abrazarme cada nochebuena sabiendo que si no me traes lo que he pedido da igual, porque tengo todo lo que necesito.
La verdad, creo que he sido bueno. Incluso demasiado. Y creo que me merecería esa mínima parte de felicidad, porque jamás la desperdiciaría. Pero, de todas formas, aunque no sé si vas a leer esto igual que no sé si leíste las otras cartas, quiero que sepas que seguiré enviándote papeles empapados de mis deseos más profundos y que seguiré dejando un plato de galletas y un vaso de leche junto a la chimenea. Quién sabe, puede que algún día te acuerdes de mí y decidas hacerme una visita...
Un abrazo:

Adrián Secades Álvarez

P.D: Aunque no me suelen gustar, añado este fragmento de una canción navideña. Espero que te guste.
Last Christmas, i gave you my heart but the very next day you gave it away
this year, to save me from tears, i'll give it to someone special...

martes, 21 de diciembre de 2010

Sal de mi cabeza

Maldita sea. Jamás se me había metido algo tan entre ceja y ceja. Y jamás pensé que fuese a ser algo como esto... ¿cómo puede ser que estés siempre rondando mi cabeza? ¿Tú? ¿Quién me iba a decir a mí...?
Es imposible estar a tu lado sin autocontrolarme, cada vez que me descuido te miro y cada vez que dejo vagar mi mente pienso en tí. No me dejas estudiar. No me concentro.
Nunca pensé que algo así pudiese ser cierto ni que pudiese pasarme a mí, pero... me está pasando, y cuanto antes lo admita mejor. Quizá el resto del mundo no esté preparado para saberlo, quizá tú tampoco lo estés, pero yo tengo muy claro lo que pasa por mi cerebro. Y le has gustado.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Sólo queda una vela encendida en medio de la tarta, y se quiere consumir.

No sé cómo he llegado a esto. Ni siquiera me habá planteado nunca que algo así pudiese ocurrirme a mí. Siempre he vivido al margen de todo, cuidando de mí mismo, supliendo esa preocupación que nadie sentía por mí. Siempre he sido un bicho raro; frío, solitario, distante. Diferente. Se estaba bien solo; te acostumbrabas. Ser amigo del silencio y entablar largas conversaciones con la soledad en la oscuridad que se había convertido en tu hogar.
Por eso no entiendo cómo todo lo que había construido cayese ante tí. Quizá ahondaste demasiado en mi interior. Quizá te preocupaste por mí. Quizá me sentí querido por primera vez en mucho tiempo. Quizá me acostumbré a que todo fuese así.
Ahora, después de tanto tiempo, empiezo a volver a verme a escondidas con el silencio y a mandarle cartas de amor a la soledad. Puede que la oscuridad me ampare esta noche. Los viejos tiempos emergen de la nada, haciéndome sentir estancado en el pasado. Sólo espero que algún día alguien me haga acostumbrarme de nuevo a ser yo mismo y a sonreír sin razón. A bajar la guardia para siempre.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Contradicción

No, no sé qué hacer. Y sí, siento esa electrizante sensación cuando nuestras miradas se cruzan. Aunque puede que todo sea una ilusión. Puede que sean imaginaciones mías y que en realidad todo sea perfectamente normal. Puede... me gustaría pensar que no, pero puede. Y de hecho, es lo más probable.
Cada vez que me convenzo diciéndome a mí mismo "es imposible, Adrián, no flipes" veo razones para dejarme llevar por mi fantasía. ¿Será bueno seguir adelante con la ilusión que me provoca ver tu sonrisa? ¿Con tener ganas de ir allí para estar cerca de tí? ¿Con esas miradas que cada día me cuesta más ocultar?
En mi cabeza todo es tan complicado... cada acto, cada palabra, cada gesto, cada mirada... todo en tí es contradictorio. Pero claro, suponiendo que haya señales dirigidas a mí, que ya es mucho suponer.
Puede que sea mejor bajar al mundo mortal y poner los pies en tierra firme.
O puede que sea mejor echarle un par y dar un paso irrevocable. O esperar. Pero, ¿cuánto?
Puede que esté confuso, y puede que mi mente esté ausente por tu culpa. Puede que sean fantasías, o puede que sea real. Puede que el futuro lo descubra, o puede que no.
Si hay algo seguro es esa agradable sensación que me produce cruzar mi mirada con tus ojos oscuros o ese increíble momento en el que sonríes. Adoro cómo sonríes.
Y puede que esté siendo tonto. Imbécil. Estúpido. Rematadamente gilipollas. Pero puede, sólo puede, que por esa sonrisa merezca la pena creer.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Reflexiones post-veraniegas

Llegas a CASA, donde tu única compañía es la televisión y el ordenador. La oscuridad envuelve la nada que reina sobre el silencio que se ha convertido en tu hogar. Un HOGAR triste, vacío. Es decir, una CASA, una simple CASA. Porque una CASA no es lo mismo que un HOGAR. Un HOGAR no es un lugar, no es una dirección con un edificio. Un HOGAR es un persona, puede que dos e incluso más, y cuando estás con esa persona sientes que estás a salvo, en CASA y parece que no hay nada más que importe.
Pero sin haber disfrutado nunca de la felicidad que proporciona un HOGAR, te sientas a solas en el sofá de tu CASA y dejas que la oscuridad vacía y solitaria camufle tus lágrimas al tiempo que hechas de menos algo que nunca has tenido... y probablemente nunca tendrás.

Quién no ha imaginado alguna vez que era un superhéroe? Uno de esos personajes que son especiales y tienen el mundo en sus manos, todos dependen de él. Eres importante. Te sientes importante.
Todo cambia cuando creces y te das cuenta de que los superhéroes sólo existen en cuentos, y de que en lugar de ser un conocido superhéroe no eres más que una de esas personas que se pasean por las ciudades de los cómics sin enterarse de nada. Ni siquiera un super villano. Ni el Robin de un Batman. Sólo eres alguien gris, normal, poco importante. Nunca has sido el héroe de nadie porque nadie realmente te necesita. Y cuanto antes lo aprendas, mucho mejor.

- ¿Por qué no llama?
- Imbécil.
- ¿No querrá estar conmigo?
- Estúpido.
- Ojalá venga hoy, lo estoy deseando...
- Idiota.
- Seguiré intentándolo.
- Gilipollas.
- Mentendré la esperanza, una última vez...
- Tonto.
- ... Tienes toda la razón.

Los niños menores de tres años no tienen miedo. Su instinto de supervivencia aún descansa en estado latente, dejando la difícil tarea de protección a los padres. Hay varios experimentos en los que colocan a un niño delante de un suelo completamente de cristal. Si el niño es menor de tres años, caminará sobre la reluciente superficie sin problema, sin preocuparse por nada. Si es mayor, en cambio, mirará muy bien antes de caminar y posará los pies con cuidado al principio para comprobar la estabilidad del cristal.
Yo deseo volver a pensar como un niño de tres años. Ver la vida en su complejidad y vivirla como algo simple, caminar sin miedo porque el suelo se desmorone en cualquier momento y yo caiga al vacío sin remedio. Me apetece levantarme con una sonrisa porque hoy no hay cole o porque iré al parque a jugar con mi mejor amigo. Saber que no necesito un suelo que me sostenga porque me da igual… sé que no tengo miedo a caer y por eso no tengo miedo a probar nuevos suelos.
Sin embargo soy adulto, rozando ya la mayoría de edad. ¿Qué ocurre si encuentras un nuevo suelo, mucho más bonito y brillante que el anterior? Te gusta. Comienzas a caminar por él, a veces más de lo que deberías. Te confías, y empiezas a descuidar los demás suelos, los abandonas… ya ni siquiera te paseas por ellos de vez en cuando ni los limpias para que no estén abandonados. No te importa porque has encontrado un suelo genial, el mejor suelo que has visto nunca. Y te quedas ahí. El problema viene cuando ese suelo comienza a ceder. Parece que los cimientos ya no te sostienen como antes… no puedes estar en ese suelo, es demasiado endeble para ti y apenas hace esfuerzos por sostenerte. Cuando te das cuenta, ya es demasiado tarde. Tú mismo has caído en la trampa, te has confiado pensando que ese suelo era el único que necesitabas y éste te ha fallado. Así que caes, caes sin remedio hasta tocar fondo.
Para un niño de tres años la caída no significa nada. Él ve todos los suelos que hay, no le importa que uno no le sostenga, hay más. Esa independencia e indiferencia emocional es la que envidio. Ver un nuevo suelo y ponerte a caminar por él tal como eres. Sin miedos. Sin dudas. Sin restricciones. Simplemente siendo tú.
Quizás de esa forma el suelo nunca llegue a dejarte caer.

Corres. Corres desesperadamente. ¿En qué momento te has metido ahí? ¿En qué momento despertaste y te diste cuenta de que nada es como parecía?
Corres. Corres desesperadamente. Los fantasmas te persiguen y tienes miedo, miedo a que te alcancen, porque si lo hacen volverás a caer en ese pozo de amargura del que tanto te cuesta salir.
Corres. Corres desesperadamente. Una y otra vez te topas con caminos sin salida, cometes el mismo error sin aprender la lección y te dejas a tí mismo a merced de los fantasmas.
Corres. Corres desesperadamente. Deseas con todas tus fuerzas que alguien, sea quien sea, aparezca de pronto para sacarte de allí, pero nadie parece preocuparse por eso. En ocasiones incluso te empujan hacia los fantasmas.
Corres. Corres desesperadamente. ¿Para qué? La salida nunca llega, y estás cansado de escapar para terminar sufriendo de nuevo. Tus piernas tiemblan y tu convicción flaquea.
Corres... tropiezas y quedas tendido en el suelo, agotado de huir y con el barro ensuciando tu cuerpo. Intentas levantarte pero... ya todo da igual. Prefieres rendirte y entregarte a los fantasmas antes que seguir luchando por algo que no llegará.
Y ya no corres más. Se acabó.

- ¿Por qué haces esto?
- No sé, no podía soportarlo más.
- ¿El qué?
- Nada, déjalo. De todas formas, no lo entenderías.
- ¿Por qué piensas eso? Claro que te entenderé, cuéntamelo.
- No lo harás, deja de insistir ya, joder.
- Inténtalo, por favor.
- No.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué? ¿En serio quieres saber por qué?
- Sí.
- Pues porque tú siempre has sido, eres y serás un puto cisne. Uno de esos cisnes blancos a los que todo el mundo quiere y con los que todo el mundo desea estar. Y yo siempre he sido, soy y seré el puto patito feo. El pato raro de cojones, marginado y solitario al que nadie quiere ni querrá. El único puto animal de todo el bosque que no encaja y que no tiene un lugar con nadie en ninguna parte. El único puto animal que está SOLO, que no importa a nadie y que bien podría desaparecer sin que ningún otro puto habitante del bosque se diese cuenta. Por eso jamás me entenderás.

Independencia

Puede que no te lo parezca, puede que pienses que hay alguien realmente imprescindible en tu vida, alguien sin el que no podrías vivir. Yo lo pensaba. Pero poco a poco el humo se disipa y ves el mundo con mucha más claridad. Miras con objetividad alrededor y te das cuenta de que no es necesario seguir sufriendo por ciertas cosas; no compensa.
Y no te hace falta una pérdida de memoria total para saber qué personas estarán ahí para tí y cuáles no. Cuesta aceptar que algunos amigos no sean lo que tú siempre habías pensado, cuesta aceptar que no vaya a ser igual que antes, y sobre todo cuesta pensar que todos esos buenos recuerdos serán al final los que más daño te hagan mirando la diferencia con el presente.
Y ese conjunto de dolor, traición, ira, pena, rabia, melancolía, indiferencia, contradicción, caos y más dolor te empujará a dar el paso para darte cuenta de que no dependes de nadie más que de tí. Es en ese momento en el que realmente sabes lo que debes hacer a pesar de que duela.
Porque yo me he cansado de ser gilipollas, y tú nunca te cansarás de tener mucha cara y aprovecharte de mí.
Por eso hoy soy independiente.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Pirámide de Maslow


Según la pirámide de Maslow, todo ser humano necesita estos cinco niveles para llegar al culmen, para ser feliz. En mi opinión esto no es así. Creo que cualquier persona puede ser feliz con mucho menos que los cinco pisos, el problema es no darse cuenta. El problema es que cuando posees un nuevo nivel, no lo aprecias. Sólo echas de menos los demás, los que otros tienen y tú no.
Ese inconformismo radical es el problema de nuestra ausencia de felicidad. Porque claro que serías feliz si tuvieses los cinco niveles, quién pudiese hacerlo... pero no los tienes. Y no puedes dejar escapar los buenos momentos mientras piensas en lo que no posees. Porque, ¿sabes qué? Si haces eso, perderás los que ya tienes por no apreciarlos. Y entonces sí que los apreciarás. Pero ya será demasiado tarde.