sábado, 18 de diciembre de 2010

Sólo queda una vela encendida en medio de la tarta, y se quiere consumir.

No sé cómo he llegado a esto. Ni siquiera me habá planteado nunca que algo así pudiese ocurrirme a mí. Siempre he vivido al margen de todo, cuidando de mí mismo, supliendo esa preocupación que nadie sentía por mí. Siempre he sido un bicho raro; frío, solitario, distante. Diferente. Se estaba bien solo; te acostumbrabas. Ser amigo del silencio y entablar largas conversaciones con la soledad en la oscuridad que se había convertido en tu hogar.
Por eso no entiendo cómo todo lo que había construido cayese ante tí. Quizá ahondaste demasiado en mi interior. Quizá te preocupaste por mí. Quizá me sentí querido por primera vez en mucho tiempo. Quizá me acostumbré a que todo fuese así.
Ahora, después de tanto tiempo, empiezo a volver a verme a escondidas con el silencio y a mandarle cartas de amor a la soledad. Puede que la oscuridad me ampare esta noche. Los viejos tiempos emergen de la nada, haciéndome sentir estancado en el pasado. Sólo espero que algún día alguien me haga acostumbrarme de nuevo a ser yo mismo y a sonreír sin razón. A bajar la guardia para siempre.

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