La vida no es más que un conjunto de historias interrelacionadas. Hay cientos, miles de historias comenzadas; lo difícil es saber ponerles un final. Hay ocasiones en las que los protagonistas llegan a un acuerdo de escribir una bonita y larga historia para terminar con un inigualable final. Hay otras... en las que la historia sólo es escrita por uno de los dos protagonistas. Y entonces no merece la pena continuarla. Si uno de los dos decide dejar de escribir, es porque ya no le interesa tal historia, y por tanto el único escritor debe relatar por los dos. Pero llega un momento en el que te planteas si merece la pena continuar con historias así o no... y es muy difícil tomar una decisión. Porque quieras que no, una historia es una creación de sus escritores, y le coges cariño. Y cuanto más te haya divertido escribiendo, mucho peor.
En la vida es increíblemente fácil empezar nuevas historias que no sabes a dónde te llevarán: misteriosas, fugitivas, excitantes, salvajes... pero no lo es con historias antiguas en las que poco a poco dejan de escribir por falta de interés.
Lo verdaderamente difícil el la vida no es el inicio, ni el desarrollo; eso avanza solo. Lo verdaderamente difícil en la vida es saber cuándo debes dejar de escribir en una historia y ponerle un final. Sin segundas partes.
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